Miguel Emilio Ravignani
El 29 de marzo de 1920 se creó la
primera agencia escolar de Ahorro Escolar, en la Escuela N° 99 de la localidad
de San Benito, en la provincia de Santiago del Estero, a instancias de su
director, Francisco Lezcano. Pronto, este tipo de emprendimiento cobró gran
auge, al punto de que, en 1922, ya existían 1.275 agencias de este tipo en todo
el país. Además de difundir los beneficios del ahorro, estas agrupaciones se
ocuparon de distribuir entre los escolares los “valores menores” para que
pudieran completar sus boletines de ahorro y así reunir el ansiado peso que les
permitía abrir una cuenta de la Caja Nacional de Ahorro Postal o bien
acrecentar la ya existente.
Recordemos que los niños podían ir
completando un boletín con varios casilleros, con modestos sellos de unos pocos
centavos hasta alcanzar la suma mínima indispensable para abrir una cuenta, que
en 1955 era de 10 pesos.
Fue, entonces, en ese año de 1955, que surgió la
idea de darle un mayor grado de formalidad a los pequeños ahorros infantiles,
con lo que se proyectó la creación de la Libreta de Ahorro Escolar. Para ella
se crearon cinco nuevos valores de ahorro, de 0,20; 0,50; 1, 3 y 5 pesos, que
constaba de dos partes: una parte principal que se adheriría a la libreta al
realizarse un depósito, y un talón que debía fijarse en el formulario de
rendición a la Caja.
Sello de 3 pesos para Libretas de Ahorro Escolar con su talón (Archivo de la Casa de Moneda de la Nación) |
El 6 de agosto de 1955, el diario El Día, de la ciudad de La Plata, anunciaba la implantación de estas libretas, que habrían de suplantar a los
boletines de ahorro, con el fin de que los depósitos se acrediten directamente
en ella y se pudiera gozar de los mismos intereses que percibían las
cuentas que se habrían en las oficinas de correo.
El nuevo instrumento de ahorro se puso en vigencia el 10 de octubre,
sólo en las escuelas de la Capital Federal, con la idea de evaluar su práctica
y hacerla extensiva, posteriormente, al resto del país. No obstante, parece ser
que el nuevo resultaba muy engorroso porque imponía al personal escolar un
complicado trámite de depósito y rendición de cuentas que lo distraía de su
función específica,
Por esta razón, al iniciarse el año lectivo de 1956, la Caja
Nacional de Ahorro Postal desistió en su iniciativa y dispuso que los montos
reunidos en este tipo de libretas se volcaran a libretas de ahorro comunes y
que se procediese a retirarlas y destruirlas. Es así que este novedoso
instrumento de ahorro infantil desapareció a pocos meses de haber sido creado y
son muy escasos los ejemplares que pudieron sobrevivir a la impiadosa acción
del fuego.
Hasta el momento, sólo tengo noticias de los
tres ejemplares que poseo en mi colección y que muestro a continuación.
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