Eugenio de Quesada
Vicepresidente de la Sociedad Filatélica de Madrid
De la Real Academia Hispánica de Filatelia e Historia Postal
En abril de 1956, con
apenas 15 años de edad, un joven llamado Leonardo Tamayo se incorporaba en la
Sierra Maestra cubana a las fuerzas del comandante
Ernesto ‘Che’ Guevara, como enlace (correo personal) entre los dos principales
comandantes de la Revolución, el Che y Fidel. Tamayito, nombre con
el que le rebautizó el Che para distinguirlo de su padre, que combatía a sus
órdenes, se ganó la simpatía del guerrillero cubano-argentino desde su primera
conversación:
—“¿Vos que vienes a
hacer aquí?”, preguntó al joven Leonardo.
—“Lo mismo que está
haciendo usted”, respondió resuelto.
—“Bueno. Pues
incorpórate a un pelotón”, le ordenó el Che.
A los cuatro días,
relata Tamayito en una entrevista a la Televisión Cubana (cuyo
fragmento puede ver el lector pulsando en la imagen al pie de estas líneas), el comandante necesitó los servicios de un
mensajero: “Ve a la comandancia”, le ordenaron, “que
el Che necesita un hombre”, Y de este modo, “me convierto
en enlace, como mensajero”.
Su primera labor como
cartero al servicio del famoso guerrillero “era una distancia larga, subiendo
lomas y bajando lomas”, que este joven e improvisado cartero salvó gracias a su
gran conocimiento de los caminos de la selva y el agreste entorno rural, al igual
que los míticos chasquis habían conducido siglos atrás innumerables cartas,
primero fuera de valija y después al servicio de los Correos Mayores de Indias,
a lo largo de buena parte del Nuevo Continente, desde las Capitanías Generales
de Chiloe y del Río de la Plata, al sur, especialmente a través del extenso
Virreinato del Perú a través de Qhapaq Ñan (Gran
Camino Inca) hasta, en la América septentrional, en los Virreinatos de Nueva
Granada (actual Colombia y Venezuela) y, al norte, en la Nueva España (hoy
México).
Carta manuscrita del Che |
El joven Tamayito relata:
“El Che me dice por la mañana “lleva este mensaje donde está Fidel”. Tomo mi
mensaje y arranco. A la una de la tarde, más o menos, llego a donde está la
Comandancia de Fidel. Me dieron un pedazo de malango [tubérculo muy abundante y
sabroso similar a la yuca y la patata] con una cucharadita de miel, que eso era
el almuerzo que había e, inmediatamente, regresé a la Comandancia del Che”.
“Los compañeros hacían
ese mensaje [cubrían la misma ruta] en dos días, y yo lo hice en el día. Cuando
el Che me ve, a las seis de la tarde, me dice”:
—“Oiga, caballerito,
¿yo no le mandé esta mañana a un mensaje?”.
“Y le digo: Sí. Ya le
saco la respuesta [del bolsillo]. Y ve la respuesta, que es real, y que yo he
cumplido el mensaje”.
Tamayito continúa
su relato. “A los cinco o seis días, el Che dice a uno de sus hombres”:
—“Que venga el
indiecito que vino aquel día”.
“Voy para allá, y me
dice”:
—“Necesito que me hagas
[sic] el mensaje, igual que la otra vez”.
El joven regresó
después de las seis de la tarde y, al presentarse ante el comandante Ernesto
Guevara, para su satisfacción, ya no le llamó “caballerito”, al
recibir el mensaje de respuesta. “Y a los tres o cuatro días,
[cuando] necesitó mandar un nuevo mensaje, pero más cerca, a mi regreso me
dijo”:
Firma del "Comte. Guevara, Che |
—“Trae la mochila tuya
para acá, por si necesito mandar otro mensaje, [para] que estés aquí”.
Era el nombramiento (informal pero irrevocable) del Che a su cartero (o chasqui) personal. Estas palabras
“fueron suficiente aval para que me quedara seis años y diez meses al lado del
Che”, declaró a la Televisión Cubana muchos años después el ya laureado Coronel Leonardo Tamayo.
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