sábado, 21 de marzo de 2020

PLÁCIDO RAMÓN DE TORRES Y SUS FALSOS DE CUBA (III)


Gerhard Lang-Varlchs


Las emisiones de 1864/66/67

Imagen 9

En consonancia con la política de emisión de la metrópoli, se cambia también el diseño del nuevo sello para la emisión de 1864 (imagen 9) que, como dos años antes, tan sólo se emite para Cuba con un único valor que, a su vez, sería dos años más tarde sobrecargado con un “66”. El mismo año se emiten cuatro valores con el mismo diseño, ahora de 5, 10, 20 y 40 céntimos, todavía sin dentar, como las emisiones anteriores. Esta serie es relevada al año siguiente por una nueva, con el año cambiado y, por primera vez, dentada.

Imagen 10

En cuanto a los “falsos menores” de estas emisiones pasa lo mismo que con la del 1862. No he podido encontrar ningún ejemplar falso que se parezca a alguna de las ilustraciones de su Álbum. Para descubrir entre las múltiples falsificaciones de estos sellos los “falsos mayores” de Torres, hay que tomar un desvío por la metrópoli y, de paso, no vendría mal concienciarnos de lo que era capaz de hacer copiando. La ilustración que vendió al comerciante austríaco Sigmund Friedl para su catálogo (imagen 10), lo demuestra tanto en la inscripción como en el dibujo. Creo que en este caso vale, ciertamente, una foto más que mil palabras.

Imagen 11

Lo que lleva a la atribución de algunas de las falsificaciones conocidas a Torres es su juego con el coleccionista, sus “errores” y bromas incluidos en sus ilustraciones y falsificaciones, ampliamente documentados en otros contextos. Un vistazo a las diferentes modificaciones de las ilustraciones nos da una pista dónde buscar. Por un lado, nos encontramos con “errores” en la inscripción del valor y, por otro, con su juego con algunos elementos del diseño, cosa que ya se pudo constatar en sus “falsos menores” de Filipinas.[1]  Jugar con los adornos de estos sellos, parece una cosa que le fascinó de alguna forma. En su ilustración del modelo para España (imagen 11) ya empezó ese jugueteo con la primera perla del adorno derecho, canija en comparación con las demás, y que va colgada desde arriba de un palito “enclenque” en vez de tener una unión horizontal con las zigzagueantes líneas de su adorno. El atento e interesado lector encontrará más variaciones juguetonas que no se deben a negligencias casuales. 

Imágenes 12, 13 y 14

El primer “error” nos coloca en la Edad Media, presentándonos lo que, de ser cierta la inscripción cambiada, pudiera haber sido el primer sello a nivel mundial, del año 1364 (imagen 12). Un segundo valor de la misma serie y obviamente hecho por el mismo falsificador, nos acerca un poco más a nuestros tiempos, pero nos deja en la intencionada y lúdica indefinición entre el año 1604, 1804 o 1864 (imagen 13). Supongo que existían y tal vez sigan existiendo tanto otros de los valores restantes con fantasías o “bromas” parecidas, como también ejemplares sin esos “errores” (imagen 14).

También se encuentran dos falsos del mismo tipo entre los falsos cubanos ya documentados. Igual que en el caso de los sellos que presentaré a continuación, su atribución a Torres se confirmará, como veremos, a través de otro matasello.

El sello de 1864 con sobrecarga “66”

Imágenes 15, 16 y 17


El sello de ¼ Real con la sobrecarga “66” también fue falsificado por Torres. Lo raro es que, siendo la ilustración de su Álbum una imitación bastante buena, como todas las suyas de Cuba, no se haya encontrado ningún ejemplar en “falso menor”. El ejemplar falso aquí presentado muestra las mismas particularidades que se ven en un tipo de falsos de la serie base de España. Se documentarán en los falsos de las emisiones de Cuba de 1864, 1866 y 1867 que se analizarán a continuación.





NOTAS

[1] Nigel Gooding, GLV: The first modern stamp album – a handbook for detecting fakes and forgeries. The case of the Philippine stamps. Philippine Philatelic Journal, First Quarter 2019, p. 5-13 (1st part), Second Quarter 2019, p. 5-13 (2nd part). GLV: Plácido Ramón de Torres y sus falsos de Filipinas, Eco Filatélico, junio 2019, p. 26-28, (1ª parte); julio 2019, p. 30-33 (2ª parte).


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