martes, 31 de marzo de 2020

VIRUELAS

La viruela, en la serie de dos estampillas emitidas por las Naciones Unidas,
en 1978, para impulsar la campaña de erradicación de la enfermedad


NOTA: A propósito del Reto Filatélico, nos ha parecido oportuno presentar este texto de nuestro buen amigo Guido Díaz que se refiere a Quito y a la lucha contra la viruela, y que puede aportar material para quienes están empeñados en montar su marco para la exposición virtual.



Guido Díaz

El quiteño Eugenio de Santa Cruz y Espejo, autor de las
Reflexiones sobre la viruelas, en la estampilla de 20 centavos
de la serie Personajes Ilustres, emitida pro el Ecuador en 1899
Nadie sabe cuándo comenzó, pero si que el último infectado natural de viruela fue un somalí en el año 1977, o sea hace 43 años. Poco tiempo, si se conoce que hay reportes de personas infectadas desde antes del siglo X y que hubo muchos momentos en que fue declarada peste.

La viruela llegó desde Europa a Abya-yala en barco, junto a Cristóbal Colón en 1492. Fue una de las armas que diezmó durante casi cuatro siglos a la población originaria, la cual no había desarrollado defensas naturales ni remedios. En ese largo lapso también atacó a europeos, criollos y mestizos; que como muestra de su popularidad dejó una huella que por poco adquiere hasta identidad etnográfica o por lo menos somática: los lluros(*); esos seres que salvados de la muerte, cargaron para el resto de su vida con su marca.

En Europa, en América y específicamente en Quito, el curioso, audaz y romántico siglo XVIII, el siglo de la ilustración y la pompa, de la libertad y de los descubrimientos científicos, fue también el periodo de mayor pobreza y contrastes sociales; el siglo donde afloraron las pestes y las insurrecciones; fue también cuando se las combatió, venció y transformó.

En casi todo el siglo; pero de manera particular en 1766, se rebelaron los barrios de Quito, tanto por los altos impuestos que debían pagar los artesanos y comerciantes, como por la decadencia y corrupción de los políticos y gobernantes, así como por la falta de medidas sanitarias para combatir las plagas. La toma del palacio de la Audiencia que se perpetró, fue reprimida por el ejército, por el clero aliado al poder, por las nuevas plagas de sarampión y viruela y hasta por los movimientos telúricos que se sucedían con frecuencia.

Fue a fines de ese siglo que en medio de la inmensa mortandad generada por la viruela, Edward Jenner un médico rural inglés, observando que las ordeñadoras que se infectaban de la viruela de las vacas (que a diferencia de la humana era benigna); no sufrían la viruela humana; un día del año 1796, extrajo líquido de las pústulas de una de las ordeñadoras y lo inoculó a un niño y seis semanas después lo inyectó con los sudores de un enfermo. Con la resistencia que ofreció aquel niño al mal, demostró que había inventado la inmunización y al elemento para producirla: la vacuna (nombre que lo puso en homenaje a las vacas y a sus ordeñadoras).

Un año antes; en 1795, murió el doctor Eugenio Espejo; quien a pedido del Cabildo de Quito; en 1785, elaboró un documento que lo llamó; Reflexiones sobre las viruelas, importancia y conveniencia, que propone Don Francisco Gil, Cirujano del Real Monasterio de San Lorenzo, e individuo de la Real Academia Médica de Madrid, acerca de un método seguro para preservar a los pueblos de las viruelas".

Edward Jenner y la vacuna en dos estampillas británicas, de 1999 y 2010

Las reflexiones y propuestas de Espejo fueron incorporadas como un anexo del documento del doctor Gil; fueron también la base para la organización de los sistemas de salud de la Real Audiencia; sin embargo, como implicaban críticas mordaces y denuncias a los actores, organización e instituciones de salud en vigencia; se llenó de enemigos. Recibió quejas de los curas betlemitas que administraban el Hospital de la Misericordia, de los médicos y del Protomédico de Quito; de las autoridades y de los acaudalados terratenientes; quienes obligaron al Presidente Villalengua y Marfil, que solicite a Espejo el abandono del territorio de la Audiencia.

De igual manera como le sucedió a Espejo; al doctor Jenner y a su vacuna inmunizadora también le llovieron críticas ya que, entre otros defectos, dijeron: “… se opone a los designios de Dios, pues salva vidas que están destinadas a la muerte” (Rev. Edmund Massey, iglesia cristiana de Londres). Su aplicación fue combatida; sin embargo, la vacuna se impuso y se expandió por toda Europa y más tarde por América; salvando a la humanidad de su posible extinción.

Francisco Javier Balmis y la estampilla emitida por España en 2004, para conmemorar el bicentenario de la Expedición de la Vacuna

En 1803, el médico español Francisco Javier Balmis, el joven cirujano José Salvany e Isabel Cendal (responsable del orfanato) con 22 niños huérfanos (destinados a ser sucesivamente inoculado para convertirse en vacunas humanas), partieron desde La Coruña hasta América, donde la enfermedad estaba aniquilado a la población (**).

Debe decirse que tal expedición contó con el apoyo del Rey Carlos IV y María Luisa de Sajonia (y el desacuerdo y boicot del clero, de los nobles y de los ricos); quienes se encontraban cuestionados por su descontrol del Estado y de las Colonias y por las veleidades románticas de su esposa. Su apoyo al proyecto de la vacunación en América debía entenderse como una forma de reivindicar su poder.

Escena de 22 Ángeles, película española sobre la Expedición de la Vacuna

Después de recorrer el Caribe, y la costa atlántica de América; a Quito llegó en julio de 1805 y fue recibida a más de una legua del centro se la ciudad, por el Barón de Carondelet, Presidente de la Audiencia; el Cabildo en pleno, los tribunales y todas las élites. Ese acto heroico al igual que la epopeya de Espejo, serían antecedentes de lo que pasó solo cuatro años después…

El primer grito de la Independencia, llamado eufemísticamente así, pues fue una decisión que tomaron los nobles terratenientes quiteños de defender a la monarquía española (cuyo rey a esa fecha era Fernando VII), amenazada por Napoleón Bonaparte.

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(*)   Término quichua para referirse a los picados de viruelas.

(**) Recomendamos ver la película de esta epopeya, realizada por TVE en 2016; escrita por Alicia Luna y dirigida por Miguel Bardem, pulsando AQUÍ.

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