Hay un tema que algunos pasan de lado, pero que es esencial para un buen coleccionista: el estado de conservación de las estampillas. A todos quienes llevan algún tiempo en la filatelia les ocurre encontrarse con personas que les presentan álbumes para saber el valor de lo que tienen en ellos, pero apenas se abre la primera página se desprende un olor a humedad que vuelve innecesario cualquier examen posterior: lo que está ahí es un montón de papel húmedo y manchado, del que será muy difícil salvar algunos ejemplares.
Las estampillas deben guardarse protegidas de la humedad y utilizando sistemas adecuados de almacenaje, que preserven su integridad. Una buena colección de sellos postales es aquella que reúne estampillas en buenas con; mientras mejor sea la apariencia y el estado de conservación de estas últimas, incluso su valor económico puede ser superior.
Ya nos referiremos en su momento a los instrumentos necesarios para manipular y guardar adecuadamente los sellos.
Toda estampilla doblada, rota o manchada, debe desecharse.
Defectos aparentemente sin importancia, matan a la estampilla. A la derecha, falta un diente; a la izquierda, pequeñas manchas de óxido en la parte superior |
Hay muy pocas excepciones a esta regla general: las estampillas cuya rareza justifique que incluso un ejemplar en mal estado pueda considerarse adecuado, o aquéllas en las que lo importante sea el matasellos o algún otro detalle que no se encuentre fácilmente en otros ejemplares en buen estado. No faltan los coleccionistas que mientras consiguen una pieza buena, mantienen en su colección una defectuosa; esto es admisible siempre que no se pretenda exhibir la colección con la estampilla en mal estado.
Cuando hablamos de roturas no nos referimos solo al hecho de que al sello le falte un pedazo. Cualquier desgarro, por mínimo que sea, la falta de un diente, una simple peladura en el anverso o el reverso, matan la estampilla como objeto de colección.
Las manchas, evidentemente, no incluyen aquellas producidas por el matasellado y, en la filatelia clásica, las marcas, números o palabras que se escribían sobre la estampilla para cancelarla a pluma. Atención, que cuando hablamos de cancelaciones a pluma nos referimos a aquéllas que se hacían en los inicios del franqueo con estampillas y no a las rayas, cruces o manchas que aplican con bolígrafo, algunos empleados desaprensivos de las administraciones postales actuales.
Un tema a considerar es el centrado. Mientras mejor centrada esté una estampilla, mientras mejor se vean sus márgenes, más valorado será el ejemplar. Claro que un descentramiento absoluto, aquél que hace que el diseño de la estampilla vaya más allá del dentado, califica como un error que, según su rareza y la demanda del sello, puede hacerle cobrar valor.
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