sábado, 10 de febrero de 2018

LA HISTORIA DEL MUNDIAL CONTADA CON ESTAMPILLAS (VI). SUIZA 1954: BATALLA Y MILAGRO

Juan Pablo Aguilar Andrade
actualidadfilatelica@gmail.com

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La estampilla suiza conmemorativa del Mundial de 1954
En 1954 la Copa debía regresar a Europa y se escogió como sede a Suiza. El campeonato coincidía con el cincuentenario de la FIFA, cuya sede estaba en Zurich. Nuevamente los equipos que debían disputar el título fueron dieciséis, dos de ellos clasificados por derecho propio: Uruguay y Suiza.

De los catorce cupos restantes, uno se asignó a Sudamérica y fue disputado entre Brasil, que resultó ganador, Chile y Paraguay. Corea del Sur fue el equipo que clasificó en Asia, tras vencer a la selección japonesa. México obtuvo el cupo de América del Norte, Central y Caribe, que disputó con Estados Unidos y Haití.

Las once plazas restantes fueron para Europa, donde se jugó una fase eliminatoria entre diez grupos con un total de veintisiete equipos, incluidos Egipto e Israel. El grupo tres lo conformaban las cuatro selecciones británicas (Escocia, Gales, Inglaterra e Irlanda del Norte) y fue el único en el que se clasificaron dos equipos. Por primer y única vez intervino en la fase eliminatoria la selección de Sarre, estado alemán controlado por Francia luego de la Segunda Guerra Mundial, e incorporado a la Alemania Federal en 1956.

Alemania Federal, una vez levantada la prohibición que había regido en el campeonato anterior, Austria, Bélgica, Checoslovaquia, Escocia, Francia, Hungría, Inglaterra, Italia, Turquía y Yugoslavia fueron las selecciones europeas clasificadas.

Si bien se consideraba como favoritos a los brasileños y los uruguayos, la sensación del momento era la selección húngara, los Magníficos Magiares, el Equipo de Oro (Aranycsapat, en húngaro), que fue vicecampeón en Francia en 1938, y que en los años cincuenta tenía entre sus jugadores a Ferenc Puskás, Zoltán Czibor, Sándor Kocsis, Nándor Hidegkuti, Ferenc Szusza, József Bozsik y Gyula Grosics. Bajo la dirección de Giusztáv Sebes, los húngaros tenían un estilo de juego adelantado a su época, antecedente del fútbol total que los holandeses desarrollarían veinte años después.

A la izquierda, la estampilla húngara de 1953, conmemorativa del triunfo sobre Inglaterra por seis a tres, en Wembley. A la derecha, Aranycsapat, El Equipo de Oro;
en cuclillas, de izquierda a derecha, Mihály Lantos, Ferenc Puskás y Gyula Grosics; de pie, desde la izquierda, Gyula Lóránt, Jenö Buzánszky,
Nándor Hidegjuti, Sándor Kócsis, József Zakariás, Zoltán Czibor, József Bozsik y László Budai

Campeones olímpicos en Helsinki en 1952, los húngaros fueron los primeros que lograron derrotar a Inglaterra en su casa, el estadio de Wembley, al imponerse por seis goles a tres en el partido jugado el 25 de noviembre de 1953. Una estampilla para correo aéreo, emitida por Hungría el 3 de diciembre de ese año (Scott C128), fue la primera dedicada a un partido específico y en ella se indica el abultado marcador final.

El año siguiente, en Budapest, los húngaros volvieron a humillar a los ingleses al infligirle la peor derrota de su historia, siete a uno.

La Batalla de Berna
La selección húngara llegó a Suiza invicta tras veintiocho partidos; no había perdido uno solo durante los últimos cuatro años.

El campeonato de 1954 arrancó el 16 de junio. Meses antes, el 15 de marzo, el país anfitrión emitió un sello postal conmemorativo, que hace referencia además al cincuentenario de la FIFA,con la imagen de la pelota de fútbol de aquel entonces (Scott 350).

Hungría empezó el campeonato con un paseo ante Corea del Sur, a la que ganó nueve a cero, y una fácil victoria de ocho a tres frente a Alemania Federal. En los cuartos de final y en las semifinales debió enfrentarse con los favoritos, que jugaron la final del campeonato de 1950: Brasil y Uruguay.

El juego ante Brasil, el 27 de junio de 1954, alcanzó niveles de agresividad y violencia tales que le valieron el calificativo de Batalla de Berna; "nunca he visto en mi vida golpes tan crueles", comentaría el enviado especial del Times de Londres. Tres expulsiones, golpes dentro y fuera de la cancha, patadas y botellazos, marcaron un encuentro en el que los húngaros se impusieron por cuatro a dos a los vicecampeones de 1950.

Uruguay, campeón reinante, que había vencido por cuatro a dos a los ingleses en los cuartos de final, defendió en la semifinal su corona ante Hungría en Lausana, el 30 de junio, y se quedó en el camino tras jugar un tiempo suplementario y perder por cuatro a dos.

La final parecía ser, para los húngaros, un mero requisito; habían dejado ya en el camino a dos de los favoritos y debían enfrentarse a la selección a la que se habían impuesto por cinco goles de diferencia en la primera fase del campeonato.

El partido que coronaría al nuevo campeón se jugó en Berna, el 4 de julio, ante sesenta mil espectadores. Esta vez, la ciudad no fue un campo de batalla, sino la sede de un milagro.

A la izquierda, Sepp Herberger y Fritz Walter, con la Copa Jules Rimet. A la derecha, los campeones de 1954. De izquierda a derecha,
Sepp Hererger, Fritz Walter, Toni Turek, Horst Eckel, Helmut Rahn, Ottmar Walter, Werner Liebrich, Jupp Posipal,
Hans Schäfer, Werene Kohlmeyer y Karl Mai

Los alemanes, bajo la dirección de Sepp Herbeger y capitaneados por Fritz Walter, tenían ya dos goles en contra a los ocho minutos del primer tiempo. Puskás abrió el marcador al minuto seis y dos minutos después Czibor anotó el dos a cero. Diez minutos después, la situación era distinta: a los dos minutos del segundo gol húngaro, Morlock descontó para Alemania y Rahn logró el empate ocho minutos después.

Durante el resto del partido, el marcador se mantuvo igualado; los ataques húngaros se estrellaban contra el arquero Turek y hubo que esperar hasta el minuto 39 del segundo tiempo, para que se anotara un nuevo gol y se produjera el milagro: Alemania aventajaba a los favoritos por tres a dos.

Este sería el marcador final. Piskás, pese a que cojeaba como consecuencia de un golpe sufrido en el primer partido con Alemania, anotó el tercer gol para los húngaros, pero el árbitro lo anuló.

El Milagro de Berna dio a los alemanes un impulso moral y reforzó la autoestima de los derrotados en la Guerra Mundial, durante los años en que hacían frente a los trabajos de la reconstrucción.

La estampilla alemana conmemorativa del cincuentenario
del Milagro de Berna
Los húngaros siguieron con su racha de victoria y mantuvieron su calidad de equipo invencible. Solo fueron derrotados en el único partido que nunca debieron perder; al mejor equipo de su tiempo solo le faltó la corona del mundo.

El campeonato de Suiza fue el primero televisado, aunque solo en Europa y para una audiencia limitada. Las dos selecciones finalistas mantienen el récord del mayor número de goles convertidos en un solo campeonato: 27 Hungría y 25 Alemania Federal.

Alemania Federal no conmemoró filatélicamente su campeonato, pero el 5 de mayo de 2004, la Alemania unificada celebró el cincuentenario del Milagro de Berna con una estampilla que integraba una serie dedicada a varias conmemoraciones deportivas (Scott B935).

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