miércoles, 21 de septiembre de 2016

PANAMÁ SIN ESTAMPILLAS

Hace poco, el 14 de septiembre, el diario La Prensa, de Panamá, publicó un artículo de nuestra colega y querida amiga Marcela Díaz Cabal, en el que cuenta algo increíble: los sellos postales se acabaron en Panamá y no parece que el servicio postal de ese país tenga intención de emitir nuevos, como no lo ha hecho desde hace siete u ocho años, salvo una sobrecarga que se hizo, con error de por medio, en 2014.

Y ocasiones no han faltado, pensemos si no en la ampliación del Canal de Panamá, que mereció emisiones postales de varios países, pero ningún testimonio filatélico panameño.

La última emisión panameña se hizo en 2014. Fue un resello para conmemorar el centenario del Canal
y el del Movimiento Scout, en este último caso, con un error: se puso 1904-1914 y no 1914-2014

Cedemos la palabra a Marcela.

Si yo tuviera la habilidad –que no tengo–, podría escribir un cuento de ciencia ficción que, para tristeza nuestra, es real, muy real. Desde hace siete u ocho años, Panamá no emite sellos postales, esos que nosotros llamamos comúnmente estampillas. Los filatelistas panameños lo hemos intentado todo, inútilmente. Para los 100 años del Canal, por ejemplo, a pesar de nuestros esfuerzos, ni el gobierno anterior ni el de turno emitieron un solo sello que celebrara el acontecimiento más importante que le ha sucedido a Panamá, aparte de nuestra separación de Colombia.
Puedo asegurar sin temor a equivocarme que filatelistas de todas partes se quedaron esperando, con gran expectativa, esa importante emisión postal de un país que se preciaba (y se precia) de su aporte al comercio marítimo mundial. Entretanto, otros países emitían sellos, matasellos, hojitas, recordatorios y sobres del primer día, celebrando nuestro Canal. ¡Vergonzoso! Un par de años atrás, el Ministerio de Gobierno y los Correos y Telégrafos de Panamá (Cotel) dieron la autorización para que se sobrecargaran, por etapas, algunos sellos. Es decir, se sobreimprimieron los sellos para modificar su “valor facial” según las necesidades del momento y, de paso, aprovecharon la sobrecarga para conmemorar varios acontecimientos sin emitir nuevos sellos. El problema es que abusaron del usuario usando sellos de correo ordinario para habilitarlos para el correo expreso, obligando a comprar sellos varias veces más costosos de lo que se necesitaba para el envío de una carta. Y sucedió lo que era previsible que sucediera. Cuando la ignorancia colectiva va, además, de la mano de la desidia y el poco importa, los resultados pueden ser esperpénticos: ¡En Panamá se acabaron los sellos postales!
¿Será esta la única estampilla utilizada
en Panamá durante el 2016?
Hace unos días el empleado de la casa (mi mano derecha y mi mano izquierda, como le digo yo), me hizo el favor de llevarme al correo una cajita para una amiga en Costa Rica y una carta para un amigo que vive en Ecuador. El empleado regresó con ambas cosas. La única posibilidad era enviarlas por el courier panameño, que aunque más económico que DHL, sigue costando un ojo de la cara.
La caja se quedó. Ahí la tengo frente a mí, pensando cómo la hago llegar a su destino antes de que mi amiga se embarque para Madrid. El sobre fue menos problemático. Llamé a la estafeta de mi barrio y le pregunté a la encargada cuánto costaba una carta certificada para Ecuador. Cuando me dio el precio, le expliqué que yo era filatelista y que coleccionaba sellos “nuevos”. Por lo tanto, le mandaría otra vez mi carta con un sello panameño de mi propiedad que superara con creces la tarifa. Así lo hice. Me despedí de un lindo sellito de 2 dólares con el águila harpía y la ranita dorada, la pegué en el sobre y voilà se fue la carta. Pero la cajita sigue frente a mí. Todos mis sellos nuevos no bastarían para pagar el costo. O tal vez sí, pero me quedaría sin colección.
Confiemos en que tarde o temprano les vuelva la cordura (¿la inteligencia?) al Ministerio de Gobierno y a Cotel y tengamos pronto los sellos que tanto necesitamos. O tal vez se inventen una maquinita, a lo Star Trek, que desintegre cartas y paquetes para materializarlos en otro lugar. ¡Cosas veredes, Sancho!

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