domingo, 13 de noviembre de 2016

ENTEROS TELEGRÁFICOS

Figura 1
Si bien el telégrafo se instaló en el Ecuador en 1873, en  sus inicios servía únicamente para la operación del ferrocarril que se construía desde Guayaquil, para empalmar en Sibambe con la carretera hacia Quito. Hubo que esperar hasta el 9 de julio de 1884, para que el telégrafo se convirtiera en un medio de comunicación al servicio del público.

Inicialmente, los usuarios del telégrafo pagaban la tarifa con timbres postales, que fueron reemplazados por otros emitidos especialmente para el servicio telegráfico, a partir de abril de 1892; los timbres se adherían a un formulario, en el que el remitente escribía el texto que debía transmitirse y que, una vez hecha la transmisión, se archivaba para que los inspectores pudieran comprobar que se había pagado la tarifa correcta y que los timbres habían sido anulados como correspondía.

Las inspecciones periódicas no impidieron que muchos empleados del telégrafo no cumplieran con su deber. Constantemente se constataba, en el curso de las inspecciones, que se habían cursado telegramas sin la tarifa correcta, o que los timbres no habían sido cancelados y se usaban nuevamente, con el consiguiente perjuicio a los ingresos del fisco.

Estas constantes defraudaciones hicieron que, en 1898, el Ministro de Obras Públicas propusiera que el sistema de formulario con timbres adheridos se sustituyera por otro al que denominó de timbre telegráfico fijo, esto es, con el timbre pre impreso en el formulario; un verdadero entero telegráfico. 

Para esa época, el Ecuador había contratado con Waterlow & Sons la impresión de los que serían los últimos timbres telegráficos del siglo XIX: tres valores (10, 20 y 40 centavos), con los retratos de Antonio Ricaurte, Juan Salinas y Carlos Montúfar. Estos timbres empezaron a usarse en agosto de 1899, pero tendrían vida efímera.

En efecto, al revisar los balances de la Sección de Especies del Ministerio de Hacienda, se puede comprobar que en diciembre de 1899 se retiraron de circulación los timbres y, a partir de enero de 1900, conforme lo había pedido el Ministro de Hacienda, empezaron a utilizarse únicamente enteros telegráficos.

El recorte que presentamos como figura 1 tiene el mismo diseño de los resellos que, para habilitar sobres y tarjetas entero postales, se usaron en los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX.; pertenece, sin duda, a uno de los enteros telegráficos que, durante la primera década del siglo XX, sustituyeron a los timbres. Estos últimos volvieron a usarse probablemente desde 1908 o 1909, pero no reemplazaron a los enteros; el formulario con timbre pre impreso continuó utilizándose y, cuando era necesario, se le agregaban timbres para completar la tarifa.

Los enteros telegráficos no se conservaron. Si fueron archivados en las dependencias de telégrafos una vez hecha la transmisión, con toda seguridad fueron destruidos; y si estuvieron en manos particulares, lo más probable es que no se les haya dado importancia. Se conoce un único entero telegráfico completo, que presentamos en la figura 2.

Figura 2

Se trata de un telegrama despachado en Manta el 31 de enero de 1925. Como puede verse, el formulario tenía dos partes, una en la que constaban los datos del despacho y los timbres con los que se pagaba la tarifa, y otra en la que seguramente se escribía el mensaje. El valor facial del entero es de cuarenta centavos y, en este caso, se usaron siete timbres telegráficos de 10 centavos, uno de ellos bisectado, para completar el valor de un sucre con cinco centavos por 21 palabras, conforme la tarifa de 5 centavos por palabra vigente a partir del 1 de enero de 1925. 

Figura 3
En febrero de 2000, Brian Moorhouse publicó en el número 97 de The Mainsheet, una imagen en blanco y negro de este entero, en un artículo en el que se refería a ésta y otras piezas telegráficas.

Sí existen recortes de los timbres impresos en los enteros telegráficos, como el de sesenta centavos que aparece en la figura 3.

El diseño de estos timbres es el mismo que el de los cierros telegráficos, dentados y sin dentar, que se encuentran con relativa frecuencia.

Se conoce un fragmento de un entero telegráfico emitido en 1939, que presentamos como figura 4. 

En este caso, el timbre está impreso con tinta negra y su valor facial es también de cuarenta centavos. 

No consta el número de palabras transmitidas, pero la tarifa del entero se completó con diez timbres telegráficos por un total de tres sucres con ochenta centavos: cinco de cinco centavos, dos de treinta y tres de un sucre.

Los timbres fueron anulados con cuatro canceladores rectangulares de la radio naval.

Figura 4

Agradecemos a Teddy Suárez, Bill Walton y Pablo Pérez, por la ayuda proporcionada para la preparación de esta nota.

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