Muchos de los que empezamos a coleccionar estampillas desde niños recordamos, con particular nostalgia, lo atractivo que nos resultaba el proceso de lavado, ese que permitía desprender los sellos del sobre en el que se habían pegado.
Sobre todo al inicio, acceder a los sellos nuevos era difícil y se optaba por los que, mediante obsequio o intercambio, se podía conseguir entre los que ya habían sido usados para el correo. Obteníamos un sobre, o un recorte del mismo, y lo sometíamos al proceso de lavado para, al final del mismo, tener una estampilla que pudiéramos agregar a nuestros álbumes.
El proceso de lavado es simple. Se sumerge los sellos en un recipiente con agua, hasta que el líquido permita desprenderlos sin daño alguno; se los coloca boca abajo en un papel secante (el papel periódico o las toallas de papel son particularmente útiles para el efecto) y una vez secos se pueden agregar a las colecciones, aunque hay casos en que es necesario, previamente, guardarlos entre las páginas de un libro para que queden lisas.
Muchos dicen que es preferible el agua fría o que es mejor agregarle sal; no he encontrado, sin embargo, ninguna diferencia para bien o para mal si se sigue esta sugerencia.
Lo que sí es necesario, antes de desprender los sellos, es tomar las precauciones, unas que podríamos llamar operativas y otras necesarias para no arruinar piezas que podrían ser más valiosas o significativas si se mantienen pegadas al sobre o a la pieza de papel.
Las primeras tienen que ver con la pieza que se piensa lavar. En algunos casos, el papel al que se encuentra adherida la estampilla, o partes del mismo, pueden decolorarse en el agua; en esos casos es mejor tratar de eliminar, en la medida de lo posible, las partes que destiñen y, sobre todo, lavar la estampilla en un recipiente propio, a fin de que no contamine a las otras. Hay también casos, ocurre con algunas estampillas antiguas, en que la propia tinta de la estampilla, o la de marcas que se han puesto en la misma, se disuelven en el agua; es mejor, en esos casos, conservarlas en el papel.
Mención aparte merecen los modernos sellos autoadhesivos, que no se desprenden con el sistema que se ha descrito y que siempre es mejor conservar en la pieza de papel a la que están adheridos.
Las razones relacionadas con la conservación adecuada de las piezas filatélicas tienen que ver con algunos temas:
1. Las estampillas son más valiosas en los sobres cuando las marcas que las acompañan hacen de estos últimos piezas de historia postal: matasellos, sellos de recepción, marcas diversas usadas por los servicios postales, etiquetas de certificación, fechas, etc., deben ser conservados y lavar los sellos podría acabar en la destrucción de una pieza importante de historia postal.
2. Determinadas combinaciones que pueden ser poco usuales o que resultan atractivas para una colección temática, también deben ser preservadas: sellos que normalmente no se usaban juntos para el franqueo, relaciones entre matasello y estampilla o entre éstos y las direcciones de envío o destino, son ejemplos de esta clase.
3. Estampillas usadas para fines distintos al franqueo o fuera de la época prevista para su empleo. Los timbres fiscales o telegráficos, usados para el envío de la correspondencia, por ejemplo, o estampillas con valores en una unidad monetaria que no se usa: piénsese en las estampillas ecuatorianas en sucres usadas una vez aprobada la dolarización, o los franqueos mixtos en sucres y dólares.
4. Perforados o perfins. Algunos establecimientos compraban estampillas en cantidades para su uso particular y, a fin de evitar que se desviaran para otros fines, las marcaban con iniciales o figuras formadas con perforaciones. Cuando estos sellos perforados se encuentran en sobres membretados del establecimiento, la pieza adquiere valor y debe conservarse completa.
Hay que tomar en cuenta que la conservación del sobre completo no tiene que ver con la antigüedad del mismo. Puede haber sobres de hace cien años que, por su estado de conservación, porque no tienen marca alguna o porque la que tienen es una simple mancha ilegible, no tienen más valor que el de las estampilla adheridas a ellos; desprender estas últimas, entonces, puede hacerse sin problema.
También hay casos en los que la mala conservación del sobre o lo ilegible de las marcas, no afecta el valor de la pieza porque, por ejemplo, tiene una estampilla difícil de encontrar en sobre o que ha tenido un uso distinto del previsto y nunca o pocas veces visto.
Muchos dicen que es preferible el agua fría o que es mejor agregarle sal; no he encontrado, sin embargo, ninguna diferencia para bien o para mal si se sigue esta sugerencia.
Lo que sí es necesario, antes de desprender los sellos, es tomar las precauciones, unas que podríamos llamar operativas y otras necesarias para no arruinar piezas que podrían ser más valiosas o significativas si se mantienen pegadas al sobre o a la pieza de papel.
Las primeras tienen que ver con la pieza que se piensa lavar. En algunos casos, el papel al que se encuentra adherida la estampilla, o partes del mismo, pueden decolorarse en el agua; en esos casos es mejor tratar de eliminar, en la medida de lo posible, las partes que destiñen y, sobre todo, lavar la estampilla en un recipiente propio, a fin de que no contamine a las otras. Hay también casos, ocurre con algunas estampillas antiguas, en que la propia tinta de la estampilla, o la de marcas que se han puesto en la misma, se disuelven en el agua; es mejor, en esos casos, conservarlas en el papel.
Mención aparte merecen los modernos sellos autoadhesivos, que no se desprenden con el sistema que se ha descrito y que siempre es mejor conservar en la pieza de papel a la que están adheridos.
Las razones relacionadas con la conservación adecuada de las piezas filatélicas tienen que ver con algunos temas:
1. Las estampillas son más valiosas en los sobres cuando las marcas que las acompañan hacen de estos últimos piezas de historia postal: matasellos, sellos de recepción, marcas diversas usadas por los servicios postales, etiquetas de certificación, fechas, etc., deben ser conservados y lavar los sellos podría acabar en la destrucción de una pieza importante de historia postal.
2. Determinadas combinaciones que pueden ser poco usuales o que resultan atractivas para una colección temática, también deben ser preservadas: sellos que normalmente no se usaban juntos para el franqueo, relaciones entre matasello y estampilla o entre éstos y las direcciones de envío o destino, son ejemplos de esta clase.
3. Estampillas usadas para fines distintos al franqueo o fuera de la época prevista para su empleo. Los timbres fiscales o telegráficos, usados para el envío de la correspondencia, por ejemplo, o estampillas con valores en una unidad monetaria que no se usa: piénsese en las estampillas ecuatorianas en sucres usadas una vez aprobada la dolarización, o los franqueos mixtos en sucres y dólares.
4. Perforados o perfins. Algunos establecimientos compraban estampillas en cantidades para su uso particular y, a fin de evitar que se desviaran para otros fines, las marcaban con iniciales o figuras formadas con perforaciones. Cuando estos sellos perforados se encuentran en sobres membretados del establecimiento, la pieza adquiere valor y debe conservarse completa.
Hay que tomar en cuenta que la conservación del sobre completo no tiene que ver con la antigüedad del mismo. Puede haber sobres de hace cien años que, por su estado de conservación, porque no tienen marca alguna o porque la que tienen es una simple mancha ilegible, no tienen más valor que el de las estampilla adheridas a ellos; desprender estas últimas, entonces, puede hacerse sin problema.
También hay casos en los que la mala conservación del sobre o lo ilegible de las marcas, no afecta el valor de la pieza porque, por ejemplo, tiene una estampilla difícil de encontrar en sobre o que ha tenido un uso distinto del previsto y nunca o pocas veces visto.
BUENA INFORMACION BASICA PARA COMENSAR GRACIAS
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