viernes, 8 de junio de 2018

EL VIAJE DE LINDBERGH A SUDAMÉRICA (XIX). FINAL DE VIAJE

Charles Lindbergh

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Sale de La Habana en el aniversario de su último vuelo como piloto postal

Era el 13 de febrero el día señalado para partir de La Habana, que para mi era un aniversario significativo y compendiaba la pequeña historia de mis luchas. Hacía dos meses que había salido desde Bolling Field con dirección a México y era un año justa y cabal desde la fecha en que hice el último vuelo en mi condición de piloto postal aéreo en la ruta San Luis-Chicago. Los recuerdos se agolpaban en mi cerebro, pero a la vez tenía que atender a la situación actual, pues, por lo visto, no iba a disfrutar del aniversario con tiempo favorable. Salí de La Habana muy de madrugada en satisfactorias condiciones, pero a poco rato toqué con fuerte aguacero que me impedía mirar a la distancia y cuando me hallaba encima de la parte septentrional de la Florida las nubes estaban tan bajas que muchas veces rocé con el aparato las copas de los árboles. En el estado de Georgia, las nubes topaban casi con el suelo y el vuelo lo seguía tan solo consultando las agujas de los instrumentos. Cosa igual ocurrió en los estados de Georgia y Alabama. Cuando me era posible me guiaba por las marcas del terreno, que raras veces lo veía, y cuando la niebla se hacía espesa, ascendía para no chocar con algún monte, hasta descubrir alguna salida y poder mirar otra vez el suelo. En cierta ocasión tuve que subir a más de 7.000 pies hasta poder dar con una atmósfera clara.

Sobre franqueado con la estampilla que Cuba reselló el 8 de febrero de 1928, para conmemorar el arribo
a la isla de Charles Lindbergh. En la esquina inferior izquierda, chachet conmemorativo

Las condiciones atmosféricas cambiaron un tanto cuando pasaba por los estados de Tennesee y de Kentucky, pero a medida que me acercaba a mi ciudad de San Luis, se iban otra vez agravando hasta imposibilitar mi contacto con el suelo.

Me dirigí por el lado del Malecón pero no pude hacer círculo sobre la ciudad, por el temor de chocar con algún rascacielos. Empeoraron las condiciones atmosféricas en pocos minutos, que hube de ascender nuevamente hasta más de 1.200 pies, manteniéndome en esa altura y volando varias millas antes de que se facilite el aterrizaje, que lo efectué siguiendo el curso del río Missouri, hasta llegar a Saint Charles, desde donde, y guiándome por una carretera muy conocida, llegué por último al campo de aviación de Lambert.

125 horas en el aire durante dos meses de viaje

Eran ya las cinco con diez minutos, hora meridiana, cuando aterricé en los Estados Unidos después de un vuelo que duró quince horas con treinta y cinco minutos desde que salí de La Habana.

La única conclusión nueva sacada de mi travesía era que los vuelos en la niebla continuaban siendo un problema capital para la aviación.

Lindbergh llega a San Luis desde La Habana. Le recibe el cónsul cubano Alberto González-Abreu

Habían terminado mis visitas a 13 países amigos en el lapso de dos meses, habiendo permanecido 15 horas en el aire.

Durante todo ese tiempo se me trató en todas partes con la tradicional gentileza e hidalguía de la América Latina.

Cualquier alabanza sería pálido reflejo de la gratitud que efectivamente guardo para con mis innumerables amigos, pero algo más útil he podido sacar en limpio y es que jamás se han de interrumpir nuestras buenas relaciones, pues en lo futuro nos conoceremos mejor gracias al impulso que ha de ejercer el aeroplano en la vida moderna y civilizada.

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