domingo, 22 de mayo de 2016

EL BILLETE DE CINCUENTA SUCRES Y LA SUSCEPTIBILIDAD DE UN PERIODISTA

A partir de la década del cincuenta del siglo pasado, el Banco Central del Ecuador modificó el diseño de los billetes y, para el de cincuenta sucres, escogió como imagen la Columna de los Próceres, ubicada en el Parque Centenario de Gauayaquil.

Los primeros billetes con el nuevo diseño fueron impresos por la firma británica Waterlow & Sons. En ellos se aprecia una vista aérea, desde la parte posterior de la columna. La misma imagen se utilizó en los billetes trabajados por Thomas de la Rue y fue la que se empleó en la última emisión, realizada en 1988.


Para algunas de las emisiones, la impresión de los billetes se encargó a la American Bank Note Company. Esta casa impresora modificó la imagen de la Columna de los Próceres y utilizó un dibujo en el que ésta se miraba de frente. La última vez que se usó esta ilustración fue en la emisión de 1976.

Si bien la imagen con la toma aérea de la columna fue la primera en utilizarse y había circulado por más de veinte años, en 1977 un periodista del diario El Universo de Guayaquil, que al parecer no había visto más billete de cincuenta sucres que el impreso por la American Bank Note Company, protestó por lo que consideraba "una irreverencia involuntaria" en el dibujo utilizado por Waterlow & Sons y Thomas de la Rue.


El 21 de agosto de 1977 se publicó en el diario mencionado una pequeña nota, en la que se sostenía que había un diseño correcto y otro incorrecto del billete. El primero, obviamente, era el que mostraba la Columna de los Próceres de frente; el otro, el que lo hacía desde atrás. 

El autor de la nota se preguntaba si era posible rendir homenaje a un prócer, presentando el conjunto arquitectónico que lo honra graficado desde atrás. Es, decía, "una irreverencia tal como si se imprimiese un dibujo de la estatua ecuestre de Bolívar captado (sic) desde un ángulo posterior".

La queja no trascendió y los billetes de cincuenta sucres siguieron circulando en las dos versiones, sin que para quienes los usaban fuera  motivo de preocupación el dibujo o la supuesta irreverencia.

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