Juan Pablo Aguilar Andrade
actualidadfilatelica@gmail.com
El Congreso de la FIFA, reunido en Londres
en 1966, resolvió adjudicar la organización del Campeonato de 1974 a la
República Federal de Alemania; también en este caso fue escogido un país que
debía organizar, dos años antes, los Juegos Olímpicos: las Olimpiadas de 1972
se realizaron en la ciudad de Munich.
Tras la entrega a perpetuidad de la Copa
Jules Rimet a los brasileños, para los campeonatos siguientes se fabricó un
nuevo trofeo: la Copa FIFA, diseñada por el italiano Silvio Gazzaniga.
Por primera vez, los organizadores
contrataron un seguro de muerte e invalidez que amparó a todos los
participantes; sin duda, el ataque terrorista durante las Olimpiadas de Munich,
dos años atrás, influyó en la decisión. Ni el seguro ni las fuertes medidas de
seguridad adoptadas eran precauciones innecesarias: durante el Campeonato
menudearon las amenazas e incluso estalló una bomba en el consultado chileno en
Berlín Occidental, sin víctimas que lamentar.
Los anfitriones del Campeonato lo
conmemoraron con dos estampillas que se pusieron en circulación el 15 de mayo
de 1974 (Scott 1146 y 1147).
La clasificación al Mundial convirtió a
los jugadores de la selección de Zaire (Los Leopardos), en héroes nacionales;
viajaron a Alemania con la promesa de casa, auto y vacaciones, que serían suyos
gracias a la “generosidad” del dictador. El camino que convirtió a los héroes
en villanos se abrió con la derrota de dos a cero ante Escocia. Para el
siguiente partido, en el que debían enfrentarse a Yugoslavia, una selección de
brujos pretendió visitar a los seleccionados para asegurar el triunfo por medio
de fórmulas mágicas; el entrenador, el yugoslavo Blagoje Vidinic, los puso de
patitas en la calle, lo que convenció a los hechiceros de que su equipo estaba
en manos del enemigo.
La emisión de la República Federal de Alemania, que conmemoró el Campeonato Mundial de Fútbol de 1974 |
El Campeonato de México cerró una era, y
el Congreso de la FIFA reunido en Frankfurt en 1974, puso el sello al cambio de
época al elegir como Presidente de la Federación Internacional de Fútbol
Asociado, por primera y única vez, a un sudamericano; no fue esto, sin embargo,
lo fundamental, sino el explícito propósito del nuevo primer dignatario, el
brasileño Joao Havelange, de conseguir que latinoamericanos, africanos y
asiáticos reemplacen a los europeos en la dirección del fútbol y, sobre todo,
el elemento central de su programa de trabajo, expresado en la frase “vengo a
vender un producto llamado fútbol”.
En la fase clasificatoria para Alemania
participaron 99 selecciones. En Sudamérica se formaron tres grupos; los
ganadores de los dos primeros clasificaban directamente y el del tercero debía
disputar el cupo con un equipo de la zona europea. Uruguay fue el ganador del
primer grupo, en el que Ecuador repitió su última ubicación de la eliminatoria
anterior (sería penúltimo en la clasificación final de todos los grupos) y
Colombia quedó segunda. Argentina superó a Paraguay y Bolivia en el segundo
grupo y Chile fue el ganador del tercero tras derrotar a la selección peruana.
El rival europeo de Chile fue la Unión
Soviética. La selección sudamericana obtuvo un empate a cero goles en el primer
encuentro jugado en Moscú el 26 de septiembre de 1973; el 21 de noviembre debía
jugarse el partido de vuelta en Santiago, pero los soviéticos se negaron a
jugar en un estadio que dos meses antes había servido como campo de
concentración, tras el golpe de estado de Pinochet; el triunfo se adjudicó a
los chilenos con un marcador de dos goles a cero, en el que algunos recuerdan
como el partido que Chile ganó a nadie.
En la zona europea, la fase eliminatoria
terminó con ocho selecciones destinadas a hacer compañía a los anfitriones: la
Alemania Democrática, Bulgaria, Escocia, Holanda, Italia, Polonia, Suecia y
Yugoslavia. Haití obtuvo el cupo de Norte, Centroamérica y El Caribe y Zaire se
convirtió en el representante de África tras vencer en un campeonato
continental de cuatro fases. Australia fue el país clasificado en la zona de
Asia y Oceanía.
Hoja recuerdo ecuatoriana, resellada para conmemorar el Mundial de 1974 |
La tradición de la mascota mundialista
trajo esta vez una novedad: la primera pareja de mascotas, Tip y Tap, un muñeco
rubio y alto y otro pequeño y de pelo negro, vestidos con la camiseta del
seleccionado alemán. La pareja era un símbolo de unidad para la entonces
dividida Alemania que, precisamente en este campeonato, asistió al único
partido entre la República Federal y la República Democrática; los alemanes
orientales se impusieron con un gol de
Jürgen Sparwasser, quien más tarde diría, en tono de broma, que disparó
del este al oeste.
Para los ecuatorianos, el de Alemania fue
el primer Mundial que pudimos ver en directo por la televisión y también el
primero que se recordó con una emisión postal. Las hojas recuerdo, una
perforada y otra sin dentar, que se habían emitido en 1973 con imágenes de
monedas ecuatorianas (Scott C532a y C532b), se pusieron en circulación el 5 de
julio de 1974, con un resello dorado en el que aparecía una copa y una leyenda
alusiva: “X CAMPEONATO MUNDIAL DE FOOT-BALL / MUNICH – 1974” (Scott 532c y
532d). Cometió el Correo ecuatoriano un error en el que caerían también otros
países: confundir el Mundial de Fútbol con los Juegos Olímpicos; fueron estos
últimos los que se realizaron en Munich, mientras que el primero tuvo como
sede, como es habitual, no una ciudad sino un país: Alemania.
Uno de los sellos de la serie de Zaire, conmemorativa de la Copa de 1974 |
La Copa Mundial se inauguró el 14 de
junio, en el Estadio Olímpico de Berlín, con un partido en el que los dueños de
casa vencieron por un gol a cero a Chile.
Fue éste el primer campeonato en el que se
produjo un caso de dopaje, protagonizado por el haitiano Ernest Jean Joseph.
Ante la falta de una reglamentación sobre el tema se optó solo por cancelar la
participación de jugador en el torneo. El vacío normativo, sin embargo, no fue
un impedimento para el dictaro Jean Claude Duvalier: Jospeh fue llevado a la
fuerza a Haití, recibió una reprimenda personal de Duvalier y fue torturado en
un campo de detención clandestino, donde permaneció por dos años.
Otro dictador aparece en la historia del
Mundial de 1974.
Mobutu Sese Seko se apoderó de la
presidencia de la antigua colonia belga del Congo en 1965 y bautizó al país
como Zaire seis años después. Como muchos tiranos, entendía las virtudes del
deporte como instrumento de consolidación social y medio para fortalecer su
poder y mantener su popularidad; fue el organizador, en 1974, de la famosa
pelea por el campeonato mundial de los pesos pesados entre George Foreman y
Muhammad Alí (Rumble in the Jungle – El Rugido de la Selva) y dio el impulso
necesario a la selección nacional de fútbol, para convertirlo en el primer
equipo del África subsahariana que jugó un campeonato mundial.
El primer paso que dio Zaire para
construir el prestigio del que hoy goza el fútbol africano ha merecido
múltiples calificativos: pintoresco, ingenuo y hasta ridículo; lo que muchos
dejan de lado es que fue el lógico resultado de múltiples factores, desde la
inexperiencia hasta la salvaje presión de la dictadura, más un largo etcétera
de prejuicios y racismo.
Cruyff (izquierda) y Beckenbauer, el saludo antes del partido final |
Lo cierto es que Zaire llegó a ese partido
como un conjunto de jugadores desmoralizados, al que los emisarios de Mobutu
habían informado que como consecuencia de la primera derrota, no recibirían
pago alguno por jugar; incluso se pensó en el retiro del Campeonato. Al final,
Zaire jugó contra Yugoslavia y recibió nueve goles, sin poder convertir uno
solo. Para el tercer partido, ante Brasil, la dictadura había advertido que si
se recibía más de tres goles, lo mejor era no volver a casa. Los brasileños
necesitaban tres goles para pasar a la siguiente fase y los anotaron, sin que
los zaireños pudieran hacer alguno. Ese partido se recuerda por la que sin duda
es la escena más disparatada de los mundiales: con tres goles adentro, Zaire esperaba
el cobro de un tiro libre contra su arco; mientras Rivelino se preparaba a
patear, Ilunga Mwepu abandonó la barrera zaireña y pateó la pelota hacia el
medio campo. Hay quien dice que fue una maniobra de distracción, con el miedo
por leitmotiv, para evitar el fatídico cuarto gol. Sin embargo, el arquero
Mwamba Kazadi confesaría después que los colonizadores belgas les habían dicho
siempre a los africanos que si el tiro libre no se cobraba en tres segundos, la
pelota podía ser pateada por cualquiera.
El desempeño de su selección no impidió
que el 17 de julio el Correo de Zaire emitiera una serie de seis estampillas y
una hoja recuerdo conmemorando el campeonato de Alemania, todas con el mismo
motivo: un leopardo con una pata sobre una pelota de fútbol (Scott 786-803a).
La sensación fue la selección holandés: La Naranja Mecánica, que mostró al mundo
el fútbol total, un sistema que, en palabras del capitán del equipo, Johan
Cruyff, se basaba en la falta de un sistema y en el uso de varios que se
aplicaban según las necesidades del partido, a partir del conocimiento de los
puntos fuertes y débiles del adversario.
Según el reglamento del campeonato, debían
jugarse dos fases. En la primera, cuatro grupos con cuatro selecciones cada
uno; los dos primeros de cada grupo pasaban a la siguiente etapa, en la que se
formaban dos grupos En el siguiente partido, el empate a cero con los suecos no
impidió que, tras derrotar por cuatro goles a uno a los búlgaros, los
holandeses se instalaran en el primer lugar de su grupo y pasaran a la
siguiente fase, en la que deberían enfrentarse a la Alemania Democrática,
Argentina y el campeón reinante, Brasil.
El otro grupo lo conformaron Alemania
Federal, Polonia, Suecia y Yugoslavia. Los anfitriones tenían a su haber una
victoria de uno a cero frente a Chile y otra de tres a cero ante Australia; la
derrota con la Alemania Democrático les relegó al segundo lugar de la tabla,
pero gracias a eso evitaron caer en el mismo grupo que los favoritos
holandeses.
Tres victorias en sus respectivos grupos
pusieron a Holanda y Alemania en la final. Los brasileños, destronados por los
holandeses, debieron contentarse con la disputa por el tercer lugar, que no
pudieron conseguir al ser derrotados con la mínima diferencia por los polacos.
El partido final se jugó el 7 de julio en
el Estadio Olímpico de Munich. Algunos dicen que fue la mejor final de la
historia; lo seguro es que se enfrentaron los dos mejores equipos del
Campeonato, capitaneados por quienes ocupaban el primer lugar entre los jugadores
de su generación: Johan Cruyff y Franz Beckenbauer.
A los dos minutos, los holandeses se
pusieron en ventaja con un gol de penal. Para Cruyff, la rápida ventaja les dio
una sensación de vértigo que les llevó a cometer un cúmulo de errores; no pudieron
mantener el marcador y a los veinticinco minutos del primer tiempo Breitner
convirtió el penal que dio el empate a los alemanes. Dos minutos antes de
terminar el primer tiempo, un gol de Müller hizo que Alemania se adelante en el
marcador, sin que la presión de Holanda durante el segundo tiempo fuera
suficiente para alterar el resultado. “Alemania no ganó el Campeonato –diría
Cruyff- nosotros lo perdimos”.
Segundo campeonato para los alemanes y,
una vez más, como ante lo húngaros veinte años antes, arrebatándolo a los
favoritos, a los campeones que nunca consiguieron ceñirse la corona.
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