Edward Whymper |
El alpinista inglés Edward Whymper (1840-1911), viajó al Ecuador en 1880 para ascender al Chimborazo, convirtiéndose en el primero en llegar a la cumbre de la que, para ese entonces, se consideraba la montaña más alta del mundo.
Whymper publicó un detallado relato de sus viajes por el Ecuador (Viajes a través de los majestuosos Andes del Ecuador), de donde tomamos el siguiente texto, en el que describe el sistema monetario ecuatoriano, cuatro años antes de que el sucre se convirtiera en la moneda nacional, y el funcionamiento de los bancos.
Estas referencias de los precios me conducen a concluir este capítulo con algunas palabras sobre la moneda y las instituciones bancarias del Ecuador. En el tiempo de mi viaje, el dinero se contaba por pesos y reales, y ocho de estos últimos hacían un peso. Las monedas que se encontraban con más frecuencia eran el peso de plata y piezas de plata también, de valor de uno y dos reales, y de medio real, llamados medios. Las monedas de oro casi no circulaban, y unas de plata de valor de un cuarto de real, se veían rara vez. En Guayaquil, y creo que en toda la costa, no corrían monedas de cobre, aunque estaban en uso general en el interior, y me dijeron que era moneda corriente hasta Riobamba. En este tiempo, un soberano inglés valía sesenta reales, y un peso era, por lo tanto, igual a dos chelines y ocho peniques.
Había solo dos bancos: el Banco del Ecuador, en Guayaquil, y el Banco de Quito en la Capital; estas dos instituciones emitían billetes aceptados como plata efectiva, a su íntegro valor, y que eran muy convenientes.
Yo viajaba en el Ecuador provisto de una Carta de Crédito que me autorizaba a depositar por una cantidad depositada en el Banco de Londres antes de que se me confiriera la Carta; giré por algo en el Banco del Ecuador, y éste me confirió una nueva Carta de Crédito para el Banco de Quito.
La cantidad tomada en el Banco del Ecuador consistía casi toda en billetes. Para los pequeños pagos necesitaba una cantidad de medios y reales, y ésta la llevaba en un saco cerrado. Al examinarla, resultó que la Aritmética del Banco difería de la general, bien que la diferencia no era grande y, como no la había contado al recibirla, era inútil hacer ningún reclamo.
En nuestros viajes por el interior, estas monedas fueron rechazadas con frecuencia; parecía que los naturales tenían un infantil deseo de ver la imagen y la inscripción de ellas, y rechazaban en lo absoluto los pagos hechos con monedas que se asemejaran a un viejo sixpence (moneda de a seis peniques) inglés; y, en cerca de la mitad de las monedas que recibí en Guayaquil, no se podía distinguir el anverso del reverso. Nadie quería aceptarlas y las vendí en Quito por menos de la mitad de su valor nominal, prefiriendo la pérdida a la incomodidad de cargar con un saco de monedas que no tenían curso. Eso es todo cuanto tengo que decir con respecto al Banco del Ecuador.
Billete del Banco de Quito, del año en que Whymper visitó el Ecuador |
En Quito, giraba por dinero cuando lo necesitaba; antes de mi partida quise cerrar cuentas y practicar el balance. El gerente del Banco me descontó cerca de cuatro libras esterlinas por lo que tuvo a bien llamar "sus adelantos". No podía yo comprender cómo tenía que pagar adelantos por una cantidad de dinero que había sido depositada varios meses antes; a pesar de que él me dijo que "era esa su costumbre". "Su costumbre, le dije, es nueva e interesante, y la mencionaré en un libro que pretendo escribir sobre mi viaje, pues es algo que debe conocerse"; suponiendo que con esto se terminaba el asunto.
Poco después, el gerente manifestó deseos de verme, y me pagó la cantidad que había detenido; no, me dijo con algún énfasis, porque yo iba a escribir un libro, sino porque "sería más correcto" cargarla al Banco del Ecuador. Mentalmente contrasté las palabras "esa es nuestra costumbre" con "sería más correcto"; y solo hice notar que el Banco del Ecuador no tendría la misma idea; al regresar a Guayaquil, vi que mi suposición era justa; el Banco del Ecuador había cortado las uñas a su hermano de la Capital.
Nada más tengo que decir acerca del Banco de Quito, aparte de que se dice que es una institución floreciente que paga buenos dividendos. Se me ha dicho que los dos Bancos gozan del privilegio de volver a emitir sus billetes hasta que están raídos y rehusar el pago de aquellos en los que habían desaparecido ciertas marcas o números. Esta manera de ganar buenos dividendos es una operación del todo sencilla y de seguros resultados; y, aunque parezca haberse aceptado por el público con perfecta resignación, es probable que sea ésta una de las varias causas que producen la universal desconfianza que demuestran al respecto, casi todos en el país.
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