miércoles, 11 de abril de 2018

EL VIAJE DE LINDBERGH A SUDAMÉRICA (XIII). POR LAS ANTILLAS HACIA PUERTO RICO

Charles Lindbergh


Mi adiós a Sudamérica

Eran las seis de la mañana del 31 de enero de 1928, cuando elevándome respetuosamente en alto, en el aeródromo de Caracas, di mi adiós a Sudamérica, no sin pensar una vez más en la gentileza de sus habitantes.

Ante mis ojos se extendía la visión nueva de países que debían ser visitados en el trayecto de regreso a la patria. Era el círculo de mil millas más de vueltas sobre las pequeñas Antillas, hasta llegar a Santo Tomás, en el archipiélago de la Islas Vírgenes, a donde me dirigía yo. Para llegar cuanto antes era preciso salir temprano y utilizar la más alta velocidad, evitando las corrientes ciclónicas que ordinariamente ocurren casi a ras de las aguas, como si pretendieran únicamente aterrorizar a los navíos, ya que el aeroplano puede evitarlos huyendo en dirección a las alturas.

El Spirit of St. Louis en Santo Tomás (Islas Vírgenes)

Desde el cabo Tres Puntas, inicié mi carrera en línea recta con dirección a la isla de Granada y, diez minutos más tarde, la costa del continente sudamericano se perdía de mi vista, oculta entre los encajes de la niebla. En el océano, agitados y traicionero, surcaban tres balandras que viajaban en igual sentido; luego, cayó sobre mí tormentosa lluvia, pero ya veía yo las azules costas de Granada y eso me alentaba grandemente. Después, y por el espacio de cuatrocientas millas, siempre tenía a la vista alguna isla. En casi todas ellas, la vegetación era exuberante y la populación era, al parecer, numerosa. Desde la isla Saba navegué derechamente hacia Santo Tomás, que tiene una distancia de 120 millas de agua y, alterando ligeramente mi dirección, descendí sobre las olas para saludar un vapor que por allí estaba de paso; era el Amsterdam. Los pasajeros agitaron sus sombreros y me miraron con sus binóculos, hasta que los perdí de vista. Treinta millas más allá, las Islas Vírgenes, como auténticas ondinas, asomaban sus cabezas nimbadas de luz verdácea. entre las olas azules. Aterricé sin dificultad en Santo Tomás a las 4:50 de la tarde, hora del meridiano, que es veinte minutos más adelantada que la hora de Maracay. Mi vuelo había durado diez horas con quince minutos.

De Santo Tomás a Puerto Rico hay solamente ochenta millas de distancia, es decir, hasta San Juan, la capital, pero a pedido del gobernador de las Islar Vírgenes, tomé nueva dirección por encima de St. Croix, cuando me dirigía a esa grande Antilla. Dejés Santo Tomás a las 11:45 de la mañana y pasé por dos islas pequeñas en las Indias Occidentales, en mi camino a la ciudad de Christiansted, en la isla St. Croix. Este salto duró apenas treinta minutos. Los viajes entres estas islas pequeñas por barco son pesados, incómodos e inseguros, mas por la vía aérea se requieren tan solo unos pocos minutos.

Lindbergh aterriza en Puerto Rico

El agua es tan cristalina en los contornos de estas islas, que se puede ver el fondo del mar sin dificultad y así distinguí arrecifes y escollos en algunos lugares, pero de acuerdo con la carta geográfica, esas profundidades aumentaron luego instantáneamente a cientos de brazadas marítimas. Por allí circulaban numerosos botecitos veleros empeñados en la pesca que en las Indias Occidentales es excelente y más abundante que en ninguna otra parte del mundo.

Después de dar varias vueltas por encima de St. Croix, me dirigí, según me había solicitado el gobernador, a Frederiksted; de allí volé a la isla de Vieques para llegar pronto a San Juan de Puerto Rico, en donde aterricé antes de las dos de la tarde.

Mis vuelos por estas islas me certificaron en la idea de que sería cosa hacedera y fácil el inaugurar un servicio aéreo para el transporte de pasajeros y correos entre las dos Américas, pues las islas intermedias son tan frecuentes, que en una mañana despejada se puede mirar de la una a la otra a simple vista. Por lo pronto, sería muy conveniente que un sistema de comunicación aéreo entre estas islas, se establezca cuanto antes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario