El anuncio que ilustra esta nota fue publicado en la página 282 de la Guía de Quito, publicada por Adolfo Jiménez en 1894. Rodrigo Páez Terán lo reprodujo en el número 50 de El Coleccionista Ecuatoriano, en diciembre de 1981 (pp. 13-14).
Ya habrá oportunidad de referirse a los primeros filatelistas ecuatorianos, entre los que Agustín Albán ocupa un lugar destacado; por ahora quiero centrarme en una particularidad que probablemente no llame la atención de muchos: la insistencia en que las estampillas que se negocian deben ser usadas.
"Compra cualquier cantidad de estampillas usadas" dice el primer párrafo del anuncio, mientras que en el cuarto se pide a los poseedores de estampillas usadas que las vendan; más adelante se dice nuevamente que se dará cualquier mercadería a cambio de sellos usados y, como si ésto fuera poco, se aclara para que no quede duda que se "compra solamente estampillas usadas del país, en buen estado".
En estos días, cuando lo que buscan los coleccionistas son los sellos nuevos, que se espera conseguir flamantes y con la goma intacta, puede resultar extraña es preferencia de Agustín Albán por las estampillas usadas. Esto, con más razón, cuando se constata que nuestro filatelista no era una rara avis de su tiempo, sino que seguía la preferencia general de quienes coleccionaban sellos entre finales del siglo XIX y principios del XX.
¿Por qué sellos usados? Porque en una época caracterizada por la dificultad de obtener información fidedigna sobre las novedades filatélicas mundiales, el matasellos era un principio de prueba de que la pieza que se tenía entre manos había sido utilizada en el correo y, en consecuencia, podía ser auténtica. En el caso de los timbres fiscales, la presencia de un matasellos postal autorizaba a incluirlos en las colecciones, como aquello que muchos catálogos clasificaban como fiscales-postales.
Por eso los matasellos de favor y la necesidad de legitimar las piezas nuevas, colocándoles un cancelador, aunque nunca hubieran servido para el franqueo de correspondencia. En el caso del Ecuador, es por muchos conocido que una buena cantidad de sellos sobrantes de la emisión de 1908, conmemorativa de la inauguración del ferrocarril Guayaquil-Quito recibieron matasellos de favor antes de ser vendidas a comerciantes y filatelistas.
Claro que las cancelaciones no garantizaban nada, y que los falsificadores de sellos postales no tenían dificultad alguna para forjar también matasellos; de ahí las no pocas falsificaciones de sellos acompañadas de canceladores que imitaban los originales o eran solo fruto de la imaginación del falsificador.
Por eso los matasellos de favor y la necesidad de legitimar las piezas nuevas, colocándoles un cancelador, aunque nunca hubieran servido para el franqueo de correspondencia. En el caso del Ecuador, es por muchos conocido que una buena cantidad de sellos sobrantes de la emisión de 1908, conmemorativa de la inauguración del ferrocarril Guayaquil-Quito recibieron matasellos de favor antes de ser vendidas a comerciantes y filatelistas.
Claro que las cancelaciones no garantizaban nada, y que los falsificadores de sellos postales no tenían dificultad alguna para forjar también matasellos; de ahí las no pocas falsificaciones de sellos acompañadas de canceladores que imitaban los originales o eran solo fruto de la imaginación del falsificador.
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