Seis de los integrantes de la Comisión Científica del Pacífico |
En 1862, España organizó la denominada Comisión Científica del Pacífico, que durante tres años recorrería Sudamérica en la que sería la mayor expedición científica de ese país hasta la fecha. Durante el viaje, se recogió un importante registro gráfico, se hicieron estudios y observaciones de diverso tipo y se recolectaron especímenes para el Museo de Ciencias Naturales y el Jardín Botánico de Madrid.
Manuel Almagro, uno de los ocho miembros de la expedición, publicó en 1866 un relato del viaje. Nos ha parecido interesante reproducir la detallada descripción que la obra contiene de la forma en que se viajaba, en es entonces, entre las ciudades argentinas de Rosario y Mendoza (hemos respetado la ortografía original):
El 4 por la mañana [4 de febrero de 1863] llegamos al Rosario, distante 80 leguas de Buenos-Aires; desembarcamos allí, y empezamos a arreglar nuestro viaje por tierra. El Rosario fué una próspera y linda población, de más de 12.000 almas, hasta hace pocos años. La causa de su prosperidad, debida á la excision de la provincia de Buenos-Aires, era el arribo á su puerto de todo el comercio extranjero para las otras provincias. Buenos-Aires, unido de nuevo á la confederacion, monopolizó todo este comercio, arruinando así al Rosario que apénas cuenta hoy 5 ó 6.000 habitantes.
El 10 por la mañana nos instalamos en una magnífica diligencia, que debía llevarnos a Córdova, distante 12 leguas del Rosario. Si la diligencia no tenía nada de característico, no era así con los tiros: éstos consistían en doce hermosos caballos, y cada uno llevaba su jinete; en la lanza del coche estaba el tronco; el hombre que monta el caballo de la derecha se llama ladero, y el de la izquierda capataz; á la lanza le seguía una cuerda de cuero muy doble, y de trecho en trecho, por ambos lados, se desprendía otra de tres varas, provista de un garfio en su extremo externo; este garfio se engancha en una argolla que hay en la cincha de la montura del positllon, que allí se llama cuartero, y cuartas las cuerda provistas de garfios. Este sistema, que impide al caballo emplear todas sus fuerzas, es necesario, pues se enganchan á menudo animales cerriles, que sólo la destreza de aquellos jinetes puede gobernar. El personal de la comitiva se aumentó también con ocho soldados y un oficial, que el presidente Mitre nos obligó a aceptar como escolta, durante todo el tiempo que anduviéramos en la confederacion. Todos iban á caballo, y el público, que ignoraba el objeto de esa escolta, creía que iban presidiarios en la diligencia ...
En el gran espacio de 112 leguas, que recorrimos entónces, no hay ni una sola poblacion. A cada 4 ó 5 leguas encontrábamos una casucha y un corral; en la primera vivía el maestro de postas, y en el segundo habia 40 ó 50 hermosos caballos. Apénas llegaba la diligencia á una de esas postas, cada jinete desensillaba su caballo, enlazaba otro de los del corral, lo ensillaba, casi lo domaba, enganchaban todos juntos, y emprendían de nuevo el galope. Allí no hay carreteras; el camino es todo llano, y gracias al poco tráfico, no es malo. Llegados á la posta donde debía dormirse (pues nunca se anda de noche), cada jinete desensillaba su caballo, hacian hervir agua para tomar su querido mate, degollaban la oveja que debian comer, asaban su carne, que constituia su único alimento, y se acostaban al aire libre sobre los aperos de sus monturas, para descansar de los galopes del dia. Siempre alegres, serviciales y chistosos, los Gauchos reunen á una naturaleza de hierro, escelentes cualidades morales. Nosotros sacamos nuestras camas de campaña, y las colocamos en la casucha de la posta, donde pronto percibimos tantas vinchucas ó chinches, de cerca de á pulgada, que nos fué preciso imitar a los Gauchos y dormir como ellos. Se nos sirvió una comida compuesta de oveja asada, oveja cocida, y caldo á guisa de postres. A la hora de almorzar no se demoraba el coche, y en él haciamos esta operación con las provisiones que llevábamos, incluso el agua, pues en las Pampas, las raras veces que se encuentra, es sumamente salobre y desagradable.
Una diligencia argentina en 1877 |
Todo el camino es enteramente llano y cubierto de las gramínea de las Pampas, de gran variedad de verbenas y otras plantas de pequeñísima talla. El segundo día de nuestro viaje descargó por la noche una terrible tormenta de agua, vientos y rayos, cuya fuerza es imposible de figurarse sin haberla visto: afortunadamente duran poco, y el Pampero, que es viento del S.O., tan fuerte, que á veces ha volcado buques grandes, pasa con bastante rapidez. El 14 por la mañana entramos en la ciudad de Córdoba, capital de la provincia del mismo nombre, poblacion de cerca de 20.000 almas, situada cerca del rio Primero, al pié de la sierra, tambien llamda de Córdoba; sus habitantes son casi todos blancos y naturales del país. Está situada á 32° latitud S. y 67' de longitud O. Hicimos una larga excursion de seis dias en la sierra, la cual produjo hermosas colecciones: las autoridades nos obsequiaron, y facilitaron todos lo medios necesarios á nuestros estudios. En Córdoba resolvimos, por ser más cómodo y económico, tomar una diligencia pequeña por nuestra cuenta, y del mismo modo pagar los caballos de tiro y los peones.
En la mañana del 26 de Febrero salimos de esa capital, con rumbo al S., para andar las 58 leguas que la separan de la villa de rio Cuarto, donde llegamos el 28 por la tarde, sin el menor accidente, habiendo atravesado los rios Tercero y Cuarto, y escapado de la invasion de indios que temiamos. Rio Cuarto es una villa de 2 á 3.000 almas, que no tiene la menor importancia; salimos de allí el 3 de marzo, con rumbo al O., en busca de la ciudad de San Luis, donde llegamos el 6 al mediodia. San uis está a 58 leguas de Rio Cuarto, y es la capital de la provincia del mismo nombre; tiene sobre 6.000 habitantes, todos blancos. Allí tuvimos la suerte de adquirir dos liebres de las Pampas, que han venido luégo a esta córte, siendo las primeras importadas á Europa. Desde San Luis se ve ya la cima del colosal Tupungato, situado en los Andes, y visible á 100 leguas de distancia. San Luis está también al pié de una pequeña sierra, que lo mismo que la de Córdoba, son pequeñas ramificaciones de los Andes. El 11 por la mañana salimos en nuestra diligencia para Mendoza, distante 76 leguas de la ciudad, que dejamos, y donde llegamos el 16 por la tarde.
El nombre de Mendoza no puede oirse sin recordar uno de los más espantosos sucesos de estos tiempos: el terrible terremoto de 1861, que convirtió en ruinas una de las más bellas, ricas y pobladas ciudades de la república ARgentina. Por su posicion entre Chile y esta última, Mendoza era la escala necesaria del considerable comercio entre estas dos naciones. Su magnifica situacion al pié de la cordillera Andina y al fin de las Pampas, el clima más hermoso que puede imaginarse, y la naturaleza de sus excelentes productos, hicieron que llegára esta poblacion á más de 20.000 habitantes, todos agricultores ó comerciantes. El 26 de marzo de 1861 era Miércoles Santo, y la mayor parte de la poblacion estaba en los templos. De repente, á las seis de la tarde, sobrevino un ruido terrible, seguido de un terremoto, que derribó completamente todos los edificios, sepultando en sus escombros más de 15.000 almas. El movimiento de la tierra hizo salir de cauce los ríos y acequias, produciendo una inundacion: un incendio vino á coronar esta terrible calamidad.
Cuando pasamos por allí, dos años despues, las ruinas estaban como al siguiente dia del terremoto, y solamente diez ó doce casas de madera para las necesidades el comercio, habian sido construidas fuera de la ciudad. Allí pasamos el segundo aniversario de la catástrofe, y presenciamos una misa, dicha al aire libre, por carecer de templo donde decirla. Hicimos numerosas, variadas y distintas excursiones en las bellísimas cercanías de la poblacion, cubierta de álamos y sauces; examinamos las numerosas, profundas y anchas grietas que produjo en la tierra el terremoto, y allí sentimos por vez primera el angustioso fenómeno de los temblores de tierra.
Mendoza es la capital de la rica provincia del mismo nombre. Al entrar en ella, ya cesa la monotonía de las Pampas, y se ven, á derecha é izquierda del camino, magníficas calles de álamos, que cercan hermosos potreros (dehesas) de alfalfa, perfectamente regados por numerosas y bien cuidadas acequias.
Allí terminó nuestro viaje al traves de las Pampas, de las cuales habiamos recorrido 320 leguas, y atravesado los rios Primero, Segundo, Tercero, Cuarto y Quinto, Desaguadero y Mendoza. Guardamos muy agradables recuerdo de todos aquellos habitantes, y gratitud á las autoridades, que con tanta bondad no sirvieron.
Desde Mendoza, los viajeros partieron hacia Chile, cruzando la cordillera por un camino que se cubre de nieve entre mayo y octubre, volviéndose intransitable; sólo correos á pié transitan cada quince días por esos abismos -cuenta Manuel Almagro-, y con triste frecuencia perecen en ellos.
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