Marcel Monnier (1853-1918), fue un periodista y escritor francés que realizó varios viajes por el mundo y publicó sus observaciones en libros y artículos. En 1886 estuvo en Quito, una de las ciudades que visitó en un viaje por Perú, Ecuador y la Amazonía, que relató en su libro Des Andes au Para / Equateur - Pérou - Amazone, que publicó en París en 1890 y en el que incluyó grabados y fotografías de los lugares visitados.
El Boletín de la Academia Nacional de Historia publicó, en varios de sus números, la traducción al castellano que Blanca de Moncayo hizo de los capítulos del libro dedicados al Ecuador. Del número 118 de ese boletín, correspondiente a los meses de julio a diciembre de 1971, extraemosel siguiente párrafo, que describe la salida del correo desde Quito, y que se encuentran en las páginas 348 y 349 de la publicación.
La única distracción es el paseo a la Plaza Mayor, de cuatro a seis de la tarde. Alrededor de esta Plaza ornada de un pequeño jardín, se levantan la Catedral, la Casa Municipal y la del Gobierno, estos tres últimos edificios, sostenidos por arcadas. Dos veces a la semana, miércoles y sábado, se puede contemplar una escena original, la partida del correo. Delante del Despacho esperan tres o cuatro mulas y cada una recibe dos sacos de correspondencia. He aquí el correo, un mozo gallardo tallado como Hércules, armado de guerrero, la carabina en su silla. Salta sobre el caballo y conduce las bestias que corren ligeras con un estrépito de campanillas. Este hombre conducirá su tiro justa hasta la costa, caminando día y noche y no se parará de cuando en cuando, sino algunos minutos, para el relevo de sus cabalgaduras. Llegará así en cuatro días a la pequeña población de Babahoyo sobre las riberas, desde donde una chalupa a vapor le transportará en tres o cuatro horas a Guayaquil. El viaje, alrededor de cien leguas, pasa por uno de los más espantosos trazos de la tierra, el sendero del Torneado. Trabajo semejante exige en quien lo realiza, un temperamento de hierro, una sangre fría a toda prueba, pronta a afrontar, no solamente las asperezas del camino solitario de los precipicios, sino también, algunas veces, el ataque de los bandido. Pocos días antes de mi llegada, uno de estos correos había sido degollado y desvalijado sobre el sendero salvaje del Arenal. Este aquí, sin embargo, va sólo, a la caída de la noche, indiferente, el cigarro en los labios. Por cada viaje se le pagan cien piastras, lo que le da cerca de un millar de francos, salario respetable pero, sin duda, duramente ganado.
Muy valioso aporte. Está visto que todavía hace falta que se haga la historia integral de nuestro país desde otras perspectivas
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